domingo, 8 de julio de 2012

Anita Lizana - Parte 1





En esta pasada, sin olvidar el contexto internacional, y el triunfo de Federer en Wimbledon - ¡Grande FedEx! - quiero hacer un homenaje a la más grande del tenis chileno: Anita Lizana.

Chile nunca ha sido conocido por tener un historial tan nutrido en triunfos deportivos. Ok, es verdad que en el último tiempo ha habido mejores resultados (Denisse Van Lamoen campeona del mundo 2011, oro olímpico en Atenas 2004 con Nicolás Massú, entre otros, sin olvidar al "Chino" Ríos), pero han sido pocos comparados con otros países. Sin embargo, Anita ostenta el hecho de ser la ÚNICA tenista (en general, ya sea hombres o mujeres) chilena en ganar un Grand Slam, en el año 1937, siendo además la primera latinoamericana en lograrlo.

Ella nació en 1915, en noviembre de ese año. El tenis era inherente a ella, toda su familia era de tenistas, aunque todos lamentablemente eran de nivel amateur, y como eran de clase media, no tuvieron muchas posibilidades. Quien más destacaba era su tío Aurelio, a principios del siglo XX, de quien se decía que era invencible en la ciudad de Santiago de Chile, donde despachaba una y otra vez a los mejores tenistas locales.

No sólo tuvo que lidiar con dificultades económicas. El tenis en esos años era considerado como una instancia de reunión social de las altas clases, y como una actividad poco femenina, como decía un artículo de la Revista Estadio en 1944. Además, ella, perteneciente a la clase medía, menuda, morena, midiendo menos de 1 metro y 60 centímetros, tenía que enfrentarse a los clásicos prototipos de la tenista rubia, estilizada, alta, típico de la Europa de aquel entonces. Pero nuestra "Ratita", como la apodaban, se aprestaba a derrumbar todo aquel ideal establecido para el deporte blanco.

Y como no lo iba a hacer, si a los 6 años dormía con sus raqueta, impulsada por su tío y su padre, don Roberto, quien era profesor, y posteriormente administrador de el “Club Tennis Riege des Deutschen Turvereins”, ubicado en la Quinta Normal, perteneciente a jugadores alemanes. Fue tanto el cariño que estos tomaron por el padre de Anita, que le construyeron una casa de cuidador, trabajo con el cual tenía que cuidar a 6 hijos y darles de comer, auqnue el sueldo a veces se hiciera poco.

Así, en 1926, la morena jugadora se presentó en las canchas de Quinta Normal, y se volvió rápidamente en una deportista digna de mención, apenas superando los 10 años. Rompiendo con todos los esquemas y estereotipos, y proveniente de la clase popular, se alzó ese año con la corona de Campeona Infantil de Chile. Dicen que era incansable, a tal punto de que cuando se enfrentaba con varones, ellos eran los que resultaban más acabados luego del partido, rogando por agua o por ir a bañarse en camarines.

Continúo destacándose en Chile, siendo campeona, ahora en la categoría adulta desde 1929 a 1934, aún siendo una colegiala, ya que estudiaba en el Liceo N° 4 de Niñas. Con estos triunfos, sumados a grandes actuaciones en Buenos Aires, Argentina, se hizo evidente que Sudamérica había quedado pequeña para ella. Así, en 1935, con mucho esfuerzo, junto el dinero suficiente para viajar a Europa.

Cuando llegó, causó revuelo por las características físicas ya descritas y su potente juego. Pero habría que esperar a 1936 para que su carrera tomara vuelo. En aquel año, alcanzó los cuartos de final del torneo más importante de tenis: Wimbledon, eliminada por Helen Hull Jacobs, quien a la postre resultaría campeona ese año, en un match muy apretado, con 15000 espectadores en las gradas. Sin un sistema como el ranking actual de clasificaciones, Anita terminó siendo la número 8 del mundo, elegida por periodistas especializados.

 
Agradecimientos





















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